jueves, 7 de octubre de 2010

No sé

Deprimido. Como un barco en altamar. Es de noche, a los pies de una tormenta. Mi brújula se cayó, no encuentro la estrella del oriente. Siento que lo perdí todo.

Dios no quiero quejarme pero devuélveme mi Norte.

Con amigos pero solitario, sin dinero. Tuve que posponer mi sueño. Ya ni sé cual es mi identidad, intenté construir una vida, jugando con lo difícil pensando en lo posible, esperanzado. En ese momento usaba recursos para fomentar un crecimiento. Ahora estoy detenido pensando, viendo que hace unos meses crecía. Ya no soy el de antes, ni los juegos me motivan.

Por meses me engañe para entretenerme, caminé por contenes sucios sin acera, no me caí, por suerte, mi juicio pesó más que unos gramos verdes, jugué con mi sombra sexualmente, regresé confundido más aún. He comprado libros pero me impido leerlos, mi alma se resiste a la música, eficaz curadora. Mis ojos no descansan. la almoada conspira y sabotea mi sueño.

Dios sigo espero por tí, pero tardas tanto. No dudo de tí pero me desespero. Cuando es que me darás un oasis en tan largo desierto. Camino sediento pisando arenas calientes tras una estabilidad, que cada vez que siento su olor se aleja. Una pizca de fe me mantiene vivo, teniendo la sensación de que algo enorme es cercano.

Quienes lean estas letras me creerán inestable, desequilibrado, muchos se alejarán de mí, no me importa. A retazos saco de mí. Mi mente se bloquea tratando de proteger todo lo mágico, bello e inteligente que se me halle por dentro, sé que es mucho, incalculable, no ha sido descubierto, este vaivén de emociones no permite sacarlo plenamente.

Maldito sea el temor que me causa temer, miedo a ser yo, a lo que quiero ser, a lo que puedo ser. Por suerte me rodea gente buena, son más que los malos cerca de mí. Gente que cree en mí, aunque no me incluyan en sus planes. Lo sé, lo veo en sus sonrisas brillantes y originales.

Sigo esperando, aún es de noche, y navego sin rumbo en altamar, perdí mi brújula, no tengo destino.

Dios ayúdame a encontrar mi Norte.

viernes, 12 de marzo de 2010

Prescindir: acción y efecto de dejar de necesitar algo o alguien. Cliché de empresas para botar sus empleados de una forma bonita y más digna.

sábado, 16 de enero de 2010

Haití

Lo que pasó en Haití me ha enseñado a mirarme, a mirar a los demás, a mirarnos igual, a abrazarnos, a entenderlos y no juzgar, a entender que la belleza no son ojos azules o verdes, pelo lacio y tez blanca. La belleza está en lo invisible, es lo tranparente, la magia de ayudar al otro, de igualarnos, de darnos cuenta que todos nacimos para un mismo fin; sobrevivir y compartir este mundo.

Al ver a un haitiano, lo veo con más humanidad, quizás esa fue la intención de esta catástrofe que nos engrifó los pelos de miedo y aún nos saca lágrimas, eso es lo mejor entre tanto mal. Aprender que un haitiano, un dominicano, un estadounidense son la misma cosa, sin diferencias, sin ventajas.

Quizás la ira de Dios convertida en terremoto hace entrar en razón a más gente hipócrita, pobre de corazón; para que se den cuenta al igual que los demás que ya lo hicieron sobre lo que pasaba en esa tierra, pues si nosotros tenemos tecnologías y orgullosos las ostentamos, ¿por qué aún no había llegado el siglo XXI a Haití? O es que, ¿Haití es el Africa del nuevo mundo?

Cuando Dios palmea el hombro, ¡De qué manera lo hace! Pero los resultados explican un dicho muy común en la gente nuestra: “Dios sabe como hace las cosas".